Nirvana Cobain Borges

Nirvana y la sed. Entre Borges y Cobain

No sé qué es el Nirvana. Siempre que escuché ese concepto lo hice a un lado igual que una caja que llega a nombre de otro y debemos guardar en casa hasta que ese otro pase a recogerla. Jorge Luis Borges compara el Nirvana con una isla o con una torre, es decir, con algo que existe en sentido espacial (y temporal) más allá de nosotros mismos. No tenemos ninguna injerencia sobre él. Igual que Cobain con ese dolor de estómago que lo obligaba a cancelar conciertos y le impedía dormir. Sin embargo, él se abrazaba al dolor que quería exterminar, pues temía que su desaparición se llevara también sus capacidades creativas. Cobain estaba dispuesto a sacrificar su vida a cambio de que no le quitaran su facultad creativa. ¿No se parece esto a un pacto con el Diablo? El Diablo dice: “Dame tu alma y te daré vida eterna”. Cobain contesta: “No quiero vida eterna, sólo hacer buenas canciones”. “Ok”, dice el Diablo, “déjame pensar, mmm, creo que lo tengo. Me darás tu estómago y a cambio escribirás lo que quieras”.

Se abrazaba al dolor que quería exterminar, pues temía que su desaparición se llevara también sus capacidades creativas

Cada día hacemos pactos de ese tipo con nuestros demonios. El sufrimiento es grande y queremos luchar contra él sin desprendernos de apegos que son la causa misma del dolor. Por tanto, compramos placer, pactamos. Y ese placer que compramos nos trae dolores peores. No hay salida. Drogas y paliativos (mirar TV, hablar pavadas con otros ignorantes, festejar el aniversario de un gol). Supongamos que vivimos en las profundidades del océano y sentimos sobre nuestro cuerpo la presión de toda esa masa de agua. El sufrimiento resulta insoportable. De repente alguien nos dice que inflemos una burbuja y nos libremos de esa carga. Le hacemos caso. En el interior de la burbuja el alivio se parece al Nirvana. Somos livianos, infinitos, libres. Pero la burbuja es una solución temporal, no soporta la presión, su naturaleza es romperse. Cuando lo hace el agua nos pega con una fuerza tal que nos destroza los huesos, arrojándonos al mismo infierno donde el Diablo teje en crochet las tripas de Kurt. No hay atajos, sólo sirve nadar hacia la superficie. Y para hacerlo, hay que soltar todo lo que nos pega al fondo.

Me lié, vuelvo a empezar. Por qué arraigó el budismo en occidente, se pregunta Borges en su conferencia magistral y encuentra una respuesta de hombre de letras: “Una buena parte de la atracción que suscitó el budismo en occidente se debe a esa palabra tan hermosa, Nirvana. Es imposible que Nirvana no signifique algo precioso”. La primera vez que muchas personas escucharon esa palabra fue en 1991, cuando “Smells Like Teen Spirit” se convirtió en éxito internacional de ventas. Entonces se imprimió el nombre de la banda en la tapa de todas las revistas, los periódicos, las camisetas, posters, mochilas, brazos, piernas, pegatinas. La masificación de la música de Nirvana coincidió con la llegada de Internet. A diferencia de los tiempos de Shakyamuni, ya no necesitábamos repetir un texto de memoria para transmitir un mensaje, bastaba un término que pudiera introducirse en un buscador y… ¡zas!, la historia del budismo. El propio Buda dijo a sus discípulos que al propagar sus enseñanzas se acumulaban méritos cuantiosos (que significa algo así como ‘ganará puntos extras’) en el camino hacia la iluminación. ¿Será válido esto para Kurt y amigos?

«Una buena parte de la atracción que suscitó el budismo en occidente se debe a esa palabra tan hermosa, Nirvana. Es imposible que Nirvana no signifique algo precioso.» Borges.

Los budistas, como los fans de Nirvana, creen que Nirvana ha existido, existe y existirá siempre. Los que disfrutamos su música sabemos que es un grupo que ha dejado canciones únicas. Los budistas también creen que Nirvana no ha existido nunca, ni existe, ni existirá (y aquí los fans, que se estaban convirtiendo al budismo, empiezan a insultarlo y regresan al nihilismo sangrante). Cobain quizás creyó que Nirvana era real, pero para él nunca hubo realidad más sólida que el dolor. En este sentido, Kurt percibió con su sensibilidad prodigiosa que la vida era esencialmente sufrimiento, igual que Siddharta, el buda histórico que decretó las cuatro nobles verdades:
  • La existencia es sufrimiento
  • El sufrimiento tiene una causa (deseo)
  • Puede ser erradicado extinguiendo su causa
  • Existe un camino para ello (de ocho senderos o ‘nadar hacia la superficie’)

Kurt se enfrentó al dolor en soledad, como la mayoría de nosotros. Cobain intuía que para salir del sufrimiento se necesitaba un camino, lo supo igual que el Buda, y su camino fue el arte. Y aquí el engaño: si se iba el dolor, ya no había arte, pero continuaría el sinsentido de la vida. Después, el poder arrollador de las confusiones: las drogas, la fama, la casa enrarecida, las ausencias. Pero había mucho más, porque antes de la creación existe el deseo de crear.

Cobain intuía que para salir del sufrimiento se necesitaba un camino, lo supo igual que el Buda, y su camino fue el arte.

Demoré casi un año en comprarme una caja de cereales. Tenía miedo. En las publicidades aparecen mujeres extasiadas, dan saltos y cantan porque cagan con más facilidad. Un día junté valor, compré los cereales y decidí combatir el estreñimiento con la esperanza de no volverme una risueña bailarina callejera. No pasó nada. El intestino jugaba a ser Dios, más allá de mi control. Comprendí la impotencia de Cobain cuando soñaba que le inyectaban veneno en el estómago y las tripas, que luego le explotaban. Se levantaba de la cama para desmayarse dos metros adelante sin ningún control. Los médicos nunca pudieron ayudarlo (ni siquiera el criminal matriculado que le metió el Ritalin a los siete años porque su madre estaba cansada de cuidarlo y prefería sedarlo). Su dolor de estómago era comparable al sufrimiento por el mundo cínico y hostil que lo torturó desde la niñez. Sólo el deseo por la creación podía salvar a Kurt de su infierno. Y, aquí, la otra paradoja. El deseo que salva es a la vez una condena. Borges lo llama “sed”. Mejor dicho, Buda lo llama así, pero Borges rescata ese término en su charla magistral. El Maestro dice que cuando a Buda le preguntaron por el origen del sufrimiento, el Iluminado respondió que era la sed que «buscamos apagar a través de realizaciones sensuales que nos conducen al dolor». Esa sed insaciable sólo se detiene frente a las puertas del Nirvana.

Cierro sin conclusión, pues la ilación de ideas y frases forzadamente conexas despertaron en mí sensaciones de amor, compasión, admiración intelectual y artística; pero no me ayudaron a comprender qué significa Nirvana. Tampoco entiendo la relación entre el muesli, ir de cuerpo y correr por una pradera mostrando las axilas. Hay misterios que no estamos capacitados para resolver.

Y lanzo un deseo, aunque lo pague con un poco de sufrimiento. Dijo Borges que el budismo era un camino de salvación. Dijo Buda que quien difunde su palabra se llena de bendiciones. Digo yo que la persona que hizo que el término primordial del budismo fuera más conocido que Coca Cola, bien podría ganarse puntos extras y avanzar más rápido en el camino hacia el Nirvana.

Foto: del documental «Cobain: Montage of Heck»

Conferencia original de Borges sobre el Budismo